El progresivo regreso a la “nueva normalidad” nos deja percibir un aire de cierta esperanza y confianza hacia el futuro. No obstante, ese retorno responde más a una urgente necesidad de reactivación económica que a condiciones de seguridad y control de la pandemia.
A casi medio año de que el ritmo de la humanidad colapsara, de casi 6 meses de confinamiento y una sensación permanente de riesgo, el mundo se adapta a las nuevas reglas del juego, y todos anhelamos continuar con nuestras vidas incorporando las medidas de protección más elementales. Más apremiante aún, la maquinaria económica necesita reactivar su marcha, pero, ¿cómo será la vida laboral ahora que la pandemia ha pasado de un estado de emergencia extrema a una condición “normal” del mundo actual? ¿Será que ya se nos olvidó el miedo inicial y volveremos a una vida lo más parecida a como era antes de esta crisis sanitaria?
Para fortuna de todos, la tasa de mortalidad por COVID-19 se ha reducido a menos de la mitad, comparada con los meses de marzo y abril de 2020. En algunos países la curva de contagios se ha ido disminuyendo y, aunque otros han presentado re-brotes, como España, la confianza del sistema de salud para enfrentar la creciente ocupación hospitalaria es mucho mayor que en aquellos meses. La experiencia ha hecho su parte.
Sin embargo, no menospreciemos en absoluto que la enfermedad sigue latente en cualquier parte del mundo, al acecho. Justo ahora toca extremar precauciones porque es el momento en el que más podemos confundirnos y tomar decisiones equivocadas.
La pandemia no está superada. Aún falta mucho para decir que se ha erradicado. Estamos aprendiendo a vivir con ella y a pesar de ella. Y el regreso a la vida amerita acciones muy claras y concretas, sobre todo si nos referimos al entorno laboral. A saber:
- Ocupación baja y escalonada en los centros de trabajo. No regresar todos juntos, e intercalar las jornadas remotas y presenciales.
- Un protocolo claro de acceso, y responsables de que dicho protocolo se lleve a cabo. Este, como mínimo, debe incluir uso obligatorio de cubre-boca, lavado constante de manos, sanitización de calzado, toma de temperatura y distanciamiento entre personas.
- Plan de acción claro en casos sospechosos y confirmados de COVID-19. Una ruta clara de acuerdo al disgnóstico. Desarrollar el ABC para el abordaje de casos en el centro de trabajo.
- Educación permanente a colaboradores, empleando distintos medios. Jornadas de capacitación, colocación de gráficos e infografías digitales vía email. No dar por hecho que los demás “ya saben”, sino reforzarlo.
- Comunicación abierta y disponibilidad a atender dudas e inquietudes de superiores, pares y subordinados. Dar prioridad a la comunicación oportuna, sin caer en la exigencia de responder 24/7.
- Oferta de atención psicológica y acompañamiento emocional a colaboradores. Este factor será clave en la lenta transición a la nueva realidad post-pandemia.
Y seguirán surgiendo nuevas líneas de acción. Hay reglas que aún están por escribirse.
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